Ahora que el final del año 2006 se aproxima, creo que es hora de hacer balance, de lo malo, de lo bueno y de lo mejor.
Este año ha sido bastante tranquilo en general, aunque han ocurrido cosas importantes para mi. Terminé una etapa de mi vida personal que, aunque corta, fue intensa y algo dolorosa al final. A la vez, y por otro lado, me embarqué en la oportunidad laboral más grande que jamás hubiera podido imaginar y que a día de hoy sigue suponiendo un reto y un desafío constante para mi. A pesar de ello, y aunque hay cosas del pasado que aún me duelen, estoy enormemente agradecido por el futuro que se me presenta, por el camino que aún me queda por recorrer, y por el giro tan grande que ha dado mi vida en estos últimos meses. En apenas cuatro meses, he estado en California, en Nueva York y en Zürich y, aprovechando la visita de amigos míos, también Alemania — viendo los castillos de Füssen —, Austria — concretamente en Innsbruck — y Liechstentein. Una experiencia inolvidable, única. Estos cambios no son fáciles de llevar: se echa de menos a la famlia, a los amigos, a la ciudad donde he vivido durante 31 años. Con el tiempo, es fácil echar raíces y al principio uno se siente como un árbol recién transplantado, fuera de su sitio, desconcertado pero, al cabo del tiempo, uno se despoja de los prejuicios y los miedos y mira hacia el futuro con decisión e ilusión.
Por otro lado, mi vida social se ha reducido bastante en estos últimos meses. He dejado lejos muchas de mis amistades y aunque vivimos en un mundo perfectamente conectado y global, donde es posible recorrer el globo de un extremo a otro antes de que caiga el sol, la calidez de una conversación tras una copa de vino o el suave tacto de una sonrisa sincera se pierden a través de una llamada de teléfono o la fría sensación que deja en mi el chat. El ritmo frenético de trabajo en las últimas semanas, combinado con los largos fines de semana montando el mobiliario para mi nueva casa, no ha contribuido mucho a dejarme disfrutar de mi tiempo libre. Afortunadamente, mi compañero de piso y su mujer dan a la casa alegría y hospitalidad y, aunque ni yo hablo alemán ni ellos español, el inglés hace de nexo lingüístico. Es enriquecedor poder compartir experiencias, vivencias y cultura con otras personas, de otros países, con otro idioma. Es en este aspecto donde no tengo queja alguna. Sólo espero seguir manteniendo el contacto con todos aquellos que han estado siempre cerca de mi durante estos años y que la distancia física que ahora nos separa no sea más que una barrera física, fácilmente franqueable mediante una llamada de teléfono o un viaje avión.
Para terminar, desear a todo el mundo un feliz final de año y un próspero 2007. En mi caso, como deseos para el año que se acerca, pediré como siempre, y en este orden: Salud, Amor y Dinero. Que todos vuestros deseos se hagan realidad y ¡feliz 2007!
Yo, siempre yendo a contracorriente, no siento que el año empiece el 1 de enero como todo el mundo… bueno, en realidad tan sólo como los occidentales ajustados al calendario juliano, digamos queee ¿algo más de un tercio de la población mundial?. Visto así, ¿quién es el que va contracorriente? 😉
Pero bueno, nada tiene que ver “mi” comienzo de año con religiones ni culturas. MI comienzo de año siempre ha ido ligado al mes en el que empezaban mis cursos (tantos y tantos años… demasiados) o bien trabajos o proyectos dentro de ellos. Este último año, sin ir más lejos, fue SEPTIEMBRE cuando se dio el pistoletazo de salida a mi nuevo proyecto, un nuevo ciclo, un nuevo año.
Pero a lo que iba… ¡Feliz 2007! 🙂
(… y bienvenido, Felipe, no sólo a España sino a tu blog que tan abandonadito tenías)
Ánimo en tu nueva aventura Felipe.
¿Podrías contar algo del día a día en el trabajo?, algo que se pueda contar. 😉
Un saludo.